Este gran ungulado (animal dotado de dedos protegidos por estuches córneos o pezuñas) es el mayor representante de la familia de los cérvidos españoles y los machos se caracterizan por estar armados con unas cuernas diseñadas para el combate que pueden alcanzar un notable desarrollo.

Su geometría y robustez es valorada por los cazadores pero realmente su conformación es fruto de un largo proceso de evolución y selección natural que les ha conferido la propiedad de dirimir la aptitud del más fuerte mediante los combates nupciales, limitando el riesgo de causarse heridas mortales. El celo, denominado berrea, comienza con las primeras lluvias de septiembre y provoca en estos impenitentes luchadores un fuerte impulso de competición por reunir a un harén de hembras lo más nutrido posible.

En esta época los machos emiten un poderoso berrido que no es otra cosa que un pregón de propiedad y presencia, y un desafío a todos los adversarios que quieran optar a la cópula con las hembras.

Hay que subrayar que las cuernas son renovadas cada año durante la primavera y su desarrollo se debe a factores como el vigor, la edad o la dotación genética del individuo, pero no existe ninguna correspondencia entre la edad y el número de puntas.

Sus nutridas poblaciones cantábricas convierten a esta especie reintroducida, en un interesante recurso cinegético que debe ser regulado debido a sus interacciones con otras especies autóctonas más delicadas.

Para ilustrar este caso podemos mencionar la presión ramoneadora que ejercen sobre las comunidades de arándanos y otros componentes de la orla forestal de condición forrajera y de brotes palatables que sirven de sustento y complemento a los urogallos (Tetrao urogallus cantabricus) en las escasas zonas en las que aun persisten.